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El CGE insta a las administraciones, hospitales y centros de salud a crear protocolos para cuidar y ayudar en el duelo a las familias que sufren una muerte perinatal

Las enfermeras consideran imprescindible contar con estructuras que sienten las bases de cómo debe ser la atención en estos casos en los que fallece el bebé desde las 25 semanas de gestación hasta un mes después del nacimiento para evitar problemas de salud mental y prevenir duelos complicados en el futuro.

Es vital dar visibilidad a estos casos y no ocultar una realidad muy dolorosa que existe y que afecta enormemente a la vida de quienes lo padecen. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la tasa de muerte perinatal se sitúa en 4 defunciones por cada mil nacidos vivos.

Madrid, 15 de octubre de 2021.- Ayudar, cuidar y asistir a aquellas mujeres y sus parejas que sufren una muerte perinatal es fundamental para conseguir que logren afrontar el duelo de la mejor manera posible. Para ello, es imprescindible contar con protocolos estandarizados que sienten las bases de cómo debe ser la atención en estos casos para evitar problemas posteriores de salud mental y prevenir duelos complicados en el futuro.

Con motivo del Día Mundial por la Concienciación y Visibilización de la Muerte Perinatal, que se celebra este viernes, 15 de octubre, el Consejo General de Enfermería insta a todas las administraciones, hospitales y centros de salud a contar con estos protocolos porque ayudan enormemente a las familias que sufren la pérdida de un bebé.

Aunque existen diferentes definiciones, la más estandarizada apunta que la muerte perinatal es aquella que se produce desde la semana 24-25 del embarazado hasta el primer mes de vida del bebé. Esto está cambiando y cada vez son más las voces que apuntan a que debería contabilizarse como tal desde el momento en el que comienza el embarazo porque, dependiendo de cada persona, el sufrimiento es igual de importante. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la tasa de muerte perinatal se sitúa en 4 defunciones por cada mil nacidos vivos.

“Sólo aquellos que lo han sufrido pueden empatizar con el dolor de estas familias. Por este motivo, escucharlos, aprender de ellos y poner en práctica sus recomendaciones ayudará a mejorar la experiencia en un momento tan traumático. Somos conscientes de que cada vez está más normalizado tratar a estas familias con la mayor empatía posible, pero todavía queda mucho por hacer. Debemos desterrar comentarios, miradas o actitudes que pueden hacerles un daño enorme”, explica Florentino Pérez Raya, presidente del Consejo General de Enfermería.

En este sentido, más que las palabras que hay que decir, es fundamental fijarse en aquello que no se debe decir nunca. “Tal y como se apunta en la Guía para la atención a la muerte perinatal y neonatal, es importante escuchar, darles el tiempo necesario, explicarle las opciones y apoyarles en sus decisiones, mantener la calma, cuidar el lenguaje corporal, aconsejarles sin obligarles a nada, hablar a ambos padres equitativamente y, sobre todo, no intentar encontrar algo positivo a la muerte del niño ni decirles que entiendes su dolor si no se ha pasado por algo similar”, subraya Montserrat Angulo, vocal del Consejo General de Enfermería en representación de la especialidad de Enfermería Obstétrico-Ginecológica, que considera necesario seguir varias pautas a la hora de informar y acompañar a las familias. 

Cada duelo es diferente y cada familia lo afronta de una manera. De la misma forma que antiguamente se recomendaba no ver al bebé para no sufrir más, las experiencias en la actualidad aconsejan que haya una despedida, que los padres puedan guardar recuerdos del recién nacido e, incluso, que se fotografíen con él. Además de esas fotos, muchos hospitales ofrecen una cajita de recuerdos en la que pueden guardar moldes de las huellas, un mechón de pelo, alguna pulserita, el gorrito que se les pone cuando nacen… “Debemos dejar que sean ellos los que deciden, pero siempre dándoles la oportunidad de hacerlo, que sepan que existe esa posibilidad e, incluso, algunos hospitales se prestan a guardar esos recuerdos hasta que los padres están preparados para tenerlos”, comenta Pilar Fernández, vicepresidenta del CGE.

Sobre todo, desterrar del lenguaje frases paternalistas como “todavía eres joven”, “tienes tiempo de tener otro” o “le pasa a muchas mujeres”, entre otras. Para las enfermeras, estos comentarios son palabras que no necesitan y que, además, los lleva, muchas veces, a sufrir un duelo desautorizado e invisible.

Y este duelo debe estar complementado por la visibilidad de esta situación. Muchas veces, por vergüenza o por miedo a las reacciones, la sociedad oculta una realidad que hace un daño enorme a las familias. “Días como el 15 de octubre, en el que se conmemora el recuerdo de estas pérdidas, deben ser visibles con campañas de concienciación. También hay que llevar a cabo cursos de formación para todo el personal que tenga contacto con la familia en situación de muerte perinatal, desde la puerta de urgencias a paritorios, quirófanos, salas de maternidad…”, destaca Montserrat Angulo.

Incluso si ya había hijos anteriores, no hay que ocultar esa pérdida, sino que es necesario explicarla porque esos niños o niñas estaban esperando a un hermano que no va a llegar y ellos también deben ser parte de ese duelo. “Muchas veces se hace muy complicado explicar esta situación a los más pequeños, pero deben conocer lo que ha pasado, utilizando metáforas o de la forma en la que los padres se sientan más cómodos”, apunta la vicepresidenta de las más de 325.000 enfermeras de España.

Estos protocolos deben incluir también la atención a las familias en el caso de que decidan volver a intentar tener un hijo. “Las enfermeras debemos estar cerca de la madre y del padre en todo momento y un nuevo embarazo puede suponer momentos de ansiedad durante los nueve meses. Desde Atención Primaria y también hospitalaria, tenemos un papel fundamental en el seguimiento de este embarazo y así deben conocerlo las instituciones para que se implante y se visibilicen los protocolos y la formación necesarios”, concluye Pilar Fernández.